Cada una de las valoraciones que se hacen desde hace varios años acerca de Lanús yVélez son exactamente lo que expusieron ayer en el campo de juego. Se encargaron de demostrar que en el fútbol argentino no todo es fricción, que no siempre predomina el miedo y que la avaricia no es la única opción. Se ofrecieron generosos, ambiciosos, intentaron predominar en la tenencia del balón y se equivocaron, claro, porque eso también es parte de los riesgos que asumieron. Y hasta demostraron que la doble competencia no los intimida, que pueden ser genuinos en su búsqueda. Lo disfrutó el conjunto granate el triunfo por 3-2, el primero del torneo, pero el Fortín puede sentirse vivo porque fue auténtico y no renunció nunca a su estilo agresivo.
Ni el juego de pasado mañana con Atlético Paranaense, en Liniers, ni el choque del miércoles próximo con Cerro Porteño, en Asunción, por la Copa Libertadores, los frenó a Vélez y Lanús, respectivamente. No se guardaron casi nada sus entrenadores. Tanto Flores y Almandoz como los Mellizos Barros Schelotto entendieron que debían disponer de la mayoría de sus mejores piezas para poder ganar. Y desde allí regalaron un partido poco usual en estos tiempos de encuentros que hacen doler los ojos .
Los Mellizos, más allá de apelar a la rotación y de no tener a Araujo, Izquierdoz y Velázquez, los tres con inconvenientes físicos, apenas se guardaron a Víctor Ayala. Fuera de eso, pusieron en el campo un equipo de altísimo nivel, con nombres como los de Somoza, Silva, González, Marchesín, Goltz... Y Vélez no se guardó nada; sólo reservó a Lucas Romero, el mejor juvenil, pero Flores, cuando lo necesitó, lo mandó al campo en el segundo tiempo.
Lanús fue certero a la hora de definir y ésa fue la principal diferencia que le permitió quedarse con el juego. Y Vélez, con Zárate como el hombre más punzante, chocó con los postes y con la enorme figura de Agustín Marchesín.
Se repartieron cada tiempo. El primero para Lanús y el segundo para Vélez. Los dos mostraron, en cada período, sus mejores versiones. Incluso, en los goles demostraron que el poder de fuego de cada uno es intenso. Pereyra Díaz, de cabeza, cambió por gol un perfecto centro de Junior Benítez y después Cabral le dio un pase exquisito a Zárate para igualar el juego. Todo en apenas dos minutos, entre los 21 y los 23 del primer tiempo. Golpe por golpe. Sin respiro.
Y en el segundo tanto del granate aparecieron más características de los dos equipos. En Lanús, la presión alta y la contundencia de Benítez. Y en Vélez, el error de Allione que le permitió a Benítez interceptar el balón con el que marcó su gol llegó por la doctrina velezana de no dividir la pelota e intentar jugarla siempre a ras del piso. Más allá de la falla, una sana elección.
Las señales quedaron expuestas en cada acción. Porque si bien fue el equipo de Liniers el que salió en la segunda parte con la energía para dominar el desarrollo, la solidaridad del conjunto de los Barros Schelotto fue lo que les permitió estirar la ventaja a 3-1. Los delanteros fueron generosos en su sacrificio, y los volantes, intensos para acompañar en el ataque. El tercer gol de Lanús nació de un despeje en el área propia de Santiago Silva; sí, el Tanque uruguayo. De ese rechazo partió rápido Pereyra Díaz y le cedió el balón a Benítez, que definió ante la salida de Sosa.
A pesar de la ventaja de Lanús, Vélez no se resignó. Acortó diferencias con un gol de Papa después de una serie de toques que le permitieron definir al lateral izquierdo. Después, ante los embates del conjunto de Liniers, Marchesín mostró todo su talento para negarles el empate.
Un juego de alto nivel. Más allá del resultado, Lanús y Vélez se encargaron de demostrar por qué en los últimos años son señalados como los mejores del fútbol argentino.
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