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domingo, 19 de enero de 2014

Pablo Alvarado: "Para ganar la Copa Libertadores, hay que saber manejar la ansiedad"

Capitán del último campeón y también ganador de la anterior estrella de San Lorenzo, se mete de lleno en el sueño colectivo del Ciclón; recuerda a Pizzi y elogia a Bauza


"Soy el pollo de Ramón." Pablo Alvarado es un pibe que sonríe. San Lorenzo es el campeón del Clausura 2007, con la vieja aura del Pelado Díaz, por los Tres Mosqueteros (Pocho Lavezzi, la Gata Fernández y Cuqui Silvera) y, entre otros asuntos, por Apu. Por Coto. Por Alvaradona. Por Pablo Andrés Alvarado, en realidad. Una sorpresa de Ramón. Es zaguero, pero juega como lateral derecho, primero. De pronto, va hacia adelante: es un clásico número cinco con quite y precisión. Alvarado sigue disfrutando, también hoy, de otra luna de miel. Si se trata de referencias, viaja del pasado: es el único jugador presente que saborea las dos últimas vueltas olímpicas de San Juan y Boedo. Un privilegiado, de 2007 a 2013.
"Ese equipo era bien ganador. Ya desde las fechas iniciales se creó la mística ganadora. Arriba, te mataba. Este equipo tiene más elaboración, más juego. Y apenas en las últimas fechas tomamos el envión final, pero siempre con la misma decisión de atacar. Y sí, soy un privilegiado", cuenta Alvarado, hombre de la casa, hombre de sudar la gota gorda, hombre que transforma silbidos en palmadas. Como aquel gol contra Gimnasia, en el 3-0 de novela, un escalón de belleza en la escalera al cielo. "Me acuerdo de ese gol y todavía me tiemblan las piernas", se sincera, mientras posa, relajado, para la foto. Una foto de campeón. Una foto que invita a soñar: la Libertadores es una novia esquiva. "Es nuestro objetivo principal, pero primero hay que pasar el primer partido, la primera etapa, no podemos pensar en jugar la final ya mismo. Para ganar la Libertadores hay que saber manejar la ansiedad", suscribe el defensor.
"San Lorenzo está mejor en todos los aspectos. Eso no garantiza que ganemos la Copa, pero nos acerca a la meta. No somos candidatos. El club nunca ganó la copa, por eso los favoritos son otros", confiesa Alvarado. Que recuerda al viejo capitán, Juan Antonio Pizzi, con una sonrisa. Que brinda una cálida bienvenida al nuevo comandante, Edgardo Bauza, siempre con las puertas abiertas. "Empezamos de cero, porque hay que volver a demostrar lo que hicimos el año pasado. Bauza nos mostró videos con todas las fallas que tuvimos. Tenemos que conocernos lo más rápido posible", suscribe. Y espía el pasado demasiado cercano. "A algunos les dolió la decisión de Juan, yo lo apoyo. Me parece bien que quiera seguir creciendo", sentencia, con firmeza.
-Mientras todos juegan, San Lorenzo trabaja y sigue sin mostrarse. ¿Qué es mejor?
-Para mí es mejor jugar un partido tranquilo en una provincia. Por ejemplo, cuando jugás contra Boca en Mar del Plata, con un gran marco, te exponés a una lesión, como ya les ocurrió a otros equipos, porque mostrás más de lo que deberías en un partido de ese estilo. Lo nuestro va a ser más tranquilo, pero seguro. Una lesión en este momento te puede hacer perder el comienzo del campeonato. Preferimos no arriesgarnos.
Alvarado es el talismán. Es el capitán, elegido por sus compañeros. Es un referente casi, casi, del estilo de Leandro Romagnoli, el símbolo para todos. Es del gol inolvidable del campeón. Es el hombre que apenas una temporada y media atrás, corría a un costado. Un marginado, como tantos otros. Ni el Turco Asad ni Leonardo Madelón le tienen fe. Se puede ir a Junior, se puede ir a Colo Colo. La historia no cuenta: un paso fugaz por Belgrano y segundas partes con Ramón que no son tan buenas lo apartan del camino. A un costado de la ruta. Alvarado quiere irse, mientras corre con los pibes del futuro. Alvarado pretende volar, mientras trota con los chicos del porvenir. Pero se queda. A pelearla, como siempre.
Con Ricardo Caruso Lombardi tiene un poco más de espacio. Con Juan Antonio Pizzi, el puesto es suyo. A pesar de las noticias: "Coloccini vuelve a San Lorenzo, a su viejo amor", cuentan en la tele. Al final, una fábula. "Que venga Coloccini, sería un salto de calidad infinito. San Lorenzo tiene que ser protagonista, en el lugar que se merece. Después de todo lo que pasamos...", sugiere, en tiempo real. Es lógico: Alvarado no sólo es el doble campeón, también fue parte de aquel proceso del declive, cuando el Ciclón caía barrancas abajo. Aportó su granito en el desierto, como tantos otros.
Extraña el cordero patagónico. Una delicia que mejor se sirve en El Calafate, en su tierra. Es el primer jugador de primera que patea pelotas desde la Patagonia rebelde. De Argentinos del Sur vuela a la Comisión de Actividades Infantiles: lo lleva el viento, detrás de la sugerencia paterna. De ayer a hoy, transcurren 20 años. Con 27, espía el pasado con una sonrisa. De la CAI a la pensión de la ciudad deportiva. El seleccionado Sub 17, campeón sudamericano y parte del Mundial de Finlandia 2003. De un rincón del Bajo Flores al debut con Gustavo Alfaro en 2005. Alvarado lleva la cinta del campeón. El capitán con doble estrella. El talismán que no quiere irse jamás. "Tuve ofertas, pero me quedo para jugar la Copa", sostiene, obsesionado. Como casi todos.

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